Ocurre con algunos directores de cine que les recordamos por una parte muy específica de su filmografía con la que realmente llegamos a engancharnos. Esto me pasa, por ejemplo, con Guy Ritchie y el particular subgénero de comedia de mafiosos londinenses al que dedica gran parte de su obra. Una suerte de humor negro en el que los bajos fondos de Londres y las historias cómico-criminales entrelazadas, dominan el trasfondo de la trama concebida para el espectador. A continuación, quería hacer un pequeño repaso a una de las primeras películas del director británico, aupada ya por muchos como una pequeña joya de culto del cine moderno.
Una caravana y un diamante.
Turco (Jason Statham), un promotor de boxeo de medio pelo, tiene apalabrado un combate con el temido gangster Ladrillo (Alan Ford), donde utilizará a George El guapo como púgil. Al mismo tiempo, se encuentra en búsqueda de una nueva caravana desde la que dirigir su negocio. Para ello, envía a su socio Tommy a un campamento gitano donde le espera Mickey (Brad Pitt) para negociar la venta. La caravana se rompe antes de que pueda salir del campamento y, tras un pequeño rifirrafe, Mickey propone a Tommy apostarse el dinero de la caravana peleando con George El guapo. Lo que Tommy no sabe es que Mickey es una auténtica máquina de noquear, y dejar fuera de combate a George El guapo, será el primero de la larga lista de problemas de Turco, Tommy y Mickey, con Ladrillo y sus secuaces.

Mientras tanto, Franky Cuatro dedos (Benicio del Toro), un mercenario del robo, se encuentra en Londres para cerrar la venta de un valioso diamante con Avi (Dennis Farina), asesorado por su primo Dough, un reputado joyero. Los problemas con el juego de Franky facilitan que Boris El navaja, un ratero ruso ex-KGB, lleve a cabo el robo del mismo con la ayuda de un par de ladronzuelos expertos en joyas, Sol y Vincent. Avi recurrirá entonces a la ayuda de un matón a sueldo implacable, Tony Dientes de bala (el ex-futbolista Vinnie Jones), aparentemente imposible de matar, para localizar el ansiado diamante. Sin embargo, los caminos de Avi y el diamante se acabarán cruzando de la forma menos esperada.
Mickey.
A pesar de que Snatch cuenta con un reparto coral donde todos tienen su cuota de protagonismo, creo que el personaje de Mickey O’Neil destaca por encima de los demás, con un Brad Pitt que muy probablemente firmó una de las actuaciones más espectaculares de su filmografía. Otra de esas grandes elecciones en su carrera en la que dejó de lado su faceta de sex symbol para centrarse en la interpretación de un personaje con múltiples matices y tremendamente carismático. En mi opinión, situaría su actuación en Snatch en su Olimpo personal junto a otras como las protagonizadas en Seven, Fight Club, Babel o Once Upon a Time in Hollywood.

Mickey es el auténtico alma de la película. Su papel como negociante y boxeador es el catalizador y pegamento de las historias que van convergiendo en la trama. Y es innegable que el trasfondo de su personaje es pura dinamita. Perteneciente a una comunidad nómada irlandesa, con un dialecto indescifrable, armado con esa picardía que da crecer en la calle (o en el campo) y, lo más importante, poseedor de unos puños capaces de tumbar al más fuerte de los contrincantes dentro de un ring. Mickey siempre apuesta a caballo ganador y sabe como dar la vuelta a cualquier situación adversa. Un auténtico caramelo de papel que Brad Pitt supo explotar al máximo.
Secundarios muy protagonistas.
Se trata de una de esas películas en la que realmente no hay protagonistas como tales, sino una nutrida hornada de secundarios que son protagonistas en las subtramas en las que intervienen. El tiempo de exposición de cada uno está perfectamente balanceado, de manera que el espectador no tiene nunca la sensación de que el foco de la película se centra más en un personaje que en otro. Sin duda, otro rasgo típico de las películas cuyo desarrollo se basa en la convergencia de distintas historias desarrolladas en paralelo.

Aparte de un fabuloso Brad Pitt en el papel de Mickey O’Neil, resulta difícil destacar sólo a uno o dos actores más, puesto que el reparto es amplio y el nivel de interpretación en líneas generales es bastante bueno y, sobre todo, efectivo en cuanto a lo que la película requiere. A nivel personal, creo que destacaría un par de secundarios dentro de todos estos secundarios, y no son otros que el mafioso criador de cerdos Ladrillo (Alan Ford) y el hombre que todo lo encuentra, Tony Dientes de bala (Vinnie Jones), Protagonistas de algunos de los monólogos pseudofilosóficos más memorables que tienen lugar durante la película (Némesis, Las pelotas que se encogen).
Pero incluso aquellos secundarios que tienen una relevancia menos obvia, no dejan indiferente. Es el caso, por ejemplo, de Franky Cuatro dedos (Benicio del Toro) y su despreocupada manera de custodiar un diamante de valor incalculable. Pero sobre todo, en este apartado me quedaría con el gran Tyrone (Ade). Absolutamente míticas las escenas de la gasolinera (conductor experto en fugas) y del aparcarcamiento frente a la casa de apuestas (estaba en un ángulo muy difícil). Igualmente, creo que Vincent (Robbie Gee), el compinche de Sol, es probablemente el mejor gancho de chistes de todo el reparto. Cada vez que abre la boca o hace un gesto, sube el pan.

La fórmula Ritchie.
Guy Ritchie expone en Snatch la mayor parte de los ingredientes ya utilizados y que tan buen resultado le dieron en su anterior largometraje, su ópera prima Lock, Stock and Two Smoking Barrels. Continúa generando una amalgama de historias que poco a poco se van relacionando dentro de un escenario criminal localizado en el Londres más underground. Del mismo modo, puede verse en plenitud ese trabajo de cámara tan típico del director, con escenas de ritmo visual y musical frenético, intercaladas con otras más pausadas y en las que parece querer que el escenario hable por sí solo durante unos instantes.
Pero creo que sin duda lo que más encandila de las tramas criminales que plantea, es el humor ácido y corrosivo presente en todas y cada una de las escenas. Es prácticamente imposible extraer una sola escena sin una punchline de categoría o un chiste que inevitablemente desate las carcajadas del espectador. No se me entienda mal. En este tipo de películas hay tiros, sangre y alguna que otra actitud sádica. Pero el humor negro que exhibe es tan desternillante, que recuerdo algunas de sus películas como las más divertidas que he visto en mi vida.

Snatch vs. Lock, Stock.
Entre todas las películas de este subgénero popularizado por Guy Ritchie (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, Snatch, Revolver, Rocknrolla y The Gentlemen) podría haber una pequeña controversia al decidir cuál de ellas es la obra más representativa. Creo que no hay muchas dudas acerca de que la final de la contienda quedaría protagonizada seguramente por su ópera prima y por la película sobre la que hoy estoy profundizando un poco. Para no andarme por las ramas, me voy a mojar desde el principio diciendo que, si bien Lock, Stock es un gran debut (y seguramente uno de los mejores trabajos del director), pienso que Snatch continúa y sublima el camino marcado por ese primer largometraje del director británico.
Aparte de que ambas películas siguen los principios de la fórmula Ritchie que comentaba anteriormente, es importante destacar que la mayor parte de los pilares interpretativos de Snatch ya lo habían sido en su predecesora, Lock, Stock, con Jason Statham, Vinnie Jones y Alan Ford a la cabeza. Y son sin duda unos excelentes guardianes de esa esencia primigenia que engatusó a muchos en la primera película de Guy Ritchie.

Sin embargo, Snatch va un paso más allá, añadiendo en su reparto a varias estrellas habituales de Hollywood, Benicio del Toro, Dennis Farina y, sobre todo, un Brad Pitt en estado de gracia, que se mezclan perfectamente con los habituales de la filmografía ritchiana. A pesar de que, en mi opinión, Snatch está más cerca del cine indie que del mainstream, indudablemente todas estas caras conocidas ayudaron a generar un interés previo y a popularizar esta obra entre el gran público como una de las obras maestras de Ritchie. Creo que muchos estaremos de acuerdo en que, hoy en día, es difícil encontrar a alguien que haya visto Lock, Stock y no haya visto Snatch, pero al contrario no sucede lo mismo.
Otro factor muy diferencial, para mí, es el salto cualitativo de los recursos audiovisuales exhibidos en Snatch en comparación con Lock, Stock. Para empezar, la banda sonora pienso que está a un nivel superior, sobre todo en cuanto a la elección de los temas. Creo que no hay un solo instante durante la película en el que no me diga esta canción es perfecta para este momento. Y qué decir de los intérpretes y grupos escogidos: The Stranglers, Mirwais, The Specials, Madonna, Massive Attack, Oasis… Casi nada. Y lo mismo con el característico cambio de marcha con la cámara que comentaba antes. El director sigue confiando el ritmo de su obra a un cuidado trabajo de cámara que mejora con creces al de Lock, Stock. El último combate de Mickey es un ejemplo perfecto de este buen hacer. Una auténtica maravilla audiovisual.

Pues hasta aquí el repaso cinematográfico de hoy. Espero que os haya gustado rememorar este peliculón. Ni que decir tiene que, tal como adelantaba en la introducción, soy de los que sienten auténtica devoción por esta pequeña gran joya. Es de esas películas que suelo revisitar de cuando en cuando, sin ningún tipo de duda.
Por último, para aquellos que os guste este universo cómico-criminal de Guy Ritchie, si no la habéis visto ya, os recomiendo la última película que hizo en esta línea, The Gentlemen, del 2019. Un digno regreso al género tras las menos exitosas Revolver y Rocknrolla. Nunca subestiméis lo predecible de la estupidez humana.
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Un comentario en “El boxeador astuto y el promotor pardillo: Snatch (2000)”