Reconozco que la ciencia ficción es uno de los géneros cinematográficos en los que me desenvuelvo con menor soltura. Especialmente, en relación a las típicas producciones cuya única excusa es un costoso despliegue de efectos especiales y acción a raudales, con poca pausa y argumento superficial. La película de la que hoy me dispongo a hablar es una rara avis dentro del género. Y es que si bien los efectos visuales desarrollados son de auténtica categoría (premio Oscar incluido), en este caso sirven como mero vestuario para la intriga existencial humano-robot planteada, que explora de manera brillante el concepto de los humanoides y los límites de la inteligencia artificial.
El concurso.
Caleb (Domhnall Gleesom) es un talentoso programador informático que trabaja para BlueBook, el mayor motor de búsqueda del mundo (lo que sería Google en la vida real). Internamente, la compañía convoca un concurso cuyo ganador obtendrá como premio pasar una semana en la casa de su peculiar CEO, Nathan Bateman (Oscar Isaac), que vive en algún lugar situado cerca de las montañas en Alaska. Tras resultar ganador, Caleb emprende el viaje hasta la casa de Nathan, que más bien es una especie de búnker donde el CEO vive apartado de la civilización, realizando sus propios proyectos de investigación.

Fascinado por la moderna y lujosa residencia de su jefe, Caleb pronto descubre que su papel como ganador del concurso en realidad es ayudar a Nathan con uno de sus últimos proyectos secretos. De esta forma, Caleb deberá llevar a cabo diversas sesiones con Ava (Alicia Vikander), una humanoide construida por Nathan, para evaluar si la avanzada inteligencia artificial con la que está programada la hace distinguible del comportamiento de un ser humano real. El proyecto supondrá un desafio formidable para Caleb, que tendrá que lidiar con la excéntrica personalidad de su jefe y con una Ava que le hará replantearse algunos de sus principios más básicos como humano.
Un laboratorio oscuro.
La película se desarrolla casi en su totalidad entre las paredes de la casa-fortaleza de Nathan. Aparte de seguir un diseño arquitectónico absolutamente vanguardista, el recinto es un prodigio de la domótica que dispone de sofisticados sistemas de control de accesos y monitorización en cada rincón de la casa. Unido a su localización, prácticamente inaccesible desde el resto del mundo, hacen de la residencia de Nathan el perfecto laboratorio secreto. La obsesión de Nathan por la seguridad levanta las primeras sospechas por parte de Caleb. Abrumado por la tecnología desarrollada por Nathan, hay cosas de sus rutinas diarias que definitivamente no le cuadran.

Y es que Nathan es un personaje complejo. Sin duda, se trata de un auténtico genio de la informática que va varios pasos por delante del resto de la comunidad científica, pero su personalidad es bastante errática y sus intenciones no están del todo claras. Narcisista y algo dado al alcohol, Nathan además parece tener una extraña cercanía con Kyoko (Sonoya Mizuno), otra atractiva humanoide que construye para ocuparse de las labores de la casa. Así pues, Caleb se verá con el doble trabajo de descifrar el comportamiento de Ava durante las sesiones, y de Nathan el resto del día durante sus divagaciones técnicas sobre el proyecto.
Entrevista con el robot.
Desde la primera sesión en la que Caleb conoce a Ava, este se queda absolutamente fascinado por el realismo de las interacciones de la humanoide creada por Nathan. Tanto es así que, al poco de conocerse, pareciera que estuvieran forjando algún tipo de relación mucho más allá de lo meramente experimental. Caleb no puede evitar ver a Ava, que parece suplantar a un humano casi por completo, como algo más que un prodigio de la robótica. Ava parece corresponder esa conexión con Caleb y, al mismo tiempo, alimenta las sospechas del protagonista sobre las intenciones reales de Nathan con su proyecto.

Las interacciones de Caleb con Ava van mucho más allá del Test de Turing que inicialmente le había pedido realizar Nathan sobre la humanoide. Una versión estándar del mencionado test incluye un conjunto de preguntas que permite comprobar la indistinguibilidad de una máquina con respecto a un ser humano. Sin embargo, las conversaciones entre Caleb y Ava sobrepasan con creces los límites de un exámen técnico, para adentrarse de lleno en una relación humano-robot de igual a igual. Esto habla increíblemente bien del nivel técnico del proyecto de Nathan, a la vez que introduce el elemento de conflicto fundamental sobre el que pivota la trama.
El futuro.
Con un sutíl pero excelente toque de efectos especiales, solamente empleados en la recreación y movimintos de las humanoides Ava y Kyoko, Ex Machina introduce al espectador de lleno en el debate sobre los límites de la robótica y la inteligencia artificial aplicados a la interacción humana. Y lo hace desde un punto de vista moderadamente plausible a día de hoy, donde infinidad de prototipos de humanoides desarrollados para distintas tareas, ya existen o están en fase final de investigación en el mundo real, aunque probablemente no son tan avanzados. Sin duda que la tecnología mostrada en la película permite al espectador visualizar un futuro tal vez no tan lejano.

La atmósfera de intriga y el tema planteado por la película apunta no sólo a las maravillas de la ciencia que están por venir, sino al clásico temor humano a una sociedad superavanzada tecnológicamente en las que las máquinas amenazan con someter a la raza humana. Esta temática ha sido largamente explorada ya por sagas clásicas de la ciencia ficción como Terminator o Matrix. A diferencia de estas obras, Ex Machina rehuye el uso de la acción descontrolada y cede casi todo el protagonismo al desarrollo pausado de la intriga que propone y al conflicto interior de sus personajes, dejando el CGI que incorpora como un attrezzo más, eso sí, de altísima calidad.
En mi opinión, Ex Machina supone un excelente debut en la dirección del también guionista Alex Garland, así como una pieza fundamental en el género de la ciencia ficción de las últimas décadas. Buenas actuaciones de un reducidísimo reparto en el que creo que los secundarios, el siempre solvente Oscar Isaac y, sobre todo, una Alicia Vikander que muestra su talento en un papel atípico, acaparan la atención del espectador cada vez que aparecen en escena. ¿Hacia dónde nos llevan los avances en inteligencia artificial?
Podéis verla en Amazon Prime Video