Nunca he sido un gran aficionado al baloncesto, pero debo admitir que tengo auténtica debilidad por esta película. Un drama deportivo de manual, brillantemente estructurado, que además incluye un duelo interpretativo de categoría entre dos grandes como Gene Hackman y Dennis Hopper. Más allá del clásico drama inicial de este tipo de producciones, la película despliega una bien ejecutada historia de superación deportiva, llevada en volandas por una sobresaliente banda sonora de las que hace que salgas a comerte el mundo. Un imprescindible para todos los amantes de la épica deportiva, os guste el baloncesto o no. Con respecto a películas con trasfondo deportivo, diría que es de mis favoritas después de varias de la saga Rocky.
El entrenador sargento.
La trama comienza con Norman Dale (Gene Hackman), antiguo entrenador en la liga de baloncesto universitaria, trasladándose a Hickory, una pequeña ciudad de Indiana, para hacerse cargo del equipo del instituto. El entrenador Dale pronto descubre el gran desafío que conlleva la aceptación del cargo, teniendo que dirigir un equipo que tiene poco más que los jugadores justos para inscribirse, a la vez que encajar en una comunidad conservadora poco amiga de los cambios. Sus particulares métodos unidos a su fuerte carácter, hacen que el entrenador Dale no empiece con el mejor pie en Hickory, donde pronto se ve enfrentado a jugadores y aficionados.

La personalidad inflexible de Norman es una parte clave para la construcción del drama predominante durante la primera mitad de la película. En una localidad de Indiana donde el baloncesto es religión, la extrema cabezonería del entrenador Dale unida a los malos resultados de un equipo deprimido, pondrán su puesto en entredicho al poco de comenzar la temporada regular. El único atisbo de esperanza para el entrenador será un hipotético regreso de la estrella local, Jimmy Chitwood (Maris Valainis), que abandonó el equipo tras caer su madre enferma.
Una historia casi real de baloncesto.
El hilo argumental deportivo de la película está parcialmente inspirado en los campeones estatales de Indiana en 1954, el instituto de la ciudad de Milan. Al igual que el equipo de Hickory, el Milan era el equipo del instituto de una pequeña ciudad rural en el estado de Indiana. Ambos equipos disponían de pocos efectivos para conformar sus plantillas, aunque a diferencia de los Huskers, el instituto de Milan partió como claro favorito en la temporada de 1954, en la que se proclamó campeón del estado exhibiendo una superioridad bastante notoria.

Conviene comentar que el pueblo de Hickory en la película es ficticio, aunque la localización escogida para recrearlo es, al igual que Milan, una pequeña ciudad al sur de Indiana llamada New Richmond. No obstante, algunas localizaciones, como la cancha del partido final, el Hinkle Fieldhouse de Indianapolis, son las mismas que las que acogieron la exitosa temporada de 1954 del equipo de Milan.

El personaje de Jimmy Chitwood, se encuentra inspirado en Bobby Plump, el jugador decisivo de Milan en la temporada antes mencionada. Dicho personaje, interpretado por Maris Valainis, está rodeado de infinidad de curiosidades de rodaje, como el hecho de que fue prácticamente el único actor del elenco que nunca llegó a jugar en el instituto en la vida real. Esto no fue un problema para que los productores se acabaran decantando por él para el papel de estrella del equipo, y su efectividad anotadora queda ampliamente demostrada en diversas escenas durante la película, especialmente en aquellas en las que aparece jugando solo y encestando sucesivos tiros desde larga distancia con una facilidad pasmosa.
Segundas oportunidades.
Hoosiers es una historia baloncestística de superación deportiva, pero que nadie se engañe, también un relato dramático de personajes malditos que buscan redimirse. La trama dramática se centra inicialmente en un Norman que consigue su nuevo trabajo como entrenador gracias a su viejo amigo Cletus, que es el director del instituto de Hickory. Un desafortunado incidente durante su etapa como entrenador universitario le había borrado del mapa deportivo, obligándole a redirigir su carrera hacia el ejército, donde había permanecido durante los años previos a su traslado a Hickory. Estos dos últimos sucesos forjan el carácter complicado de un personaje que busca reengancharse a su gran pasión profesional.

La redención del entrenador Dale va de la mano de la de Shooter (Dennis Hopper), padre de uno de sus jugadores y cuyos problemas con el alcohol le han llevado a vivir apartado y en la indigencia. Es precisamente Norman el que da a Shooter una oportunidad como asistente suyo, aprovechando sus conocimientos baloncestísticos, con la condición de que se enfrente a sus demonios. Así pues, Norman y Shooter simbolizan de manera inequívoca el triunfo de la generosidad y las segundas oportunidades entre personas que una vez escogieron el camino equivocado en la vida. El duelo interpretativo entre ambos es antológico, y no es de extrañar que Dennis Hopper cosechara una merecidísima nominación a los Oscars como mejor actor secundario.
Retrato costumbrista.
En mi opinión, uno de los aspectos más fuertes de la película es lo bien que refleja la Indiana rural de la época. Paisaje, vestuario, día a día…todos estos elementos quedan fielmente retratados de tal manera que parecen introducir al espectador en una máquina del tiempo hacia el pasado. Hay infinidad de escenas que sorprenden por su realismo y autenticidad, como las típicas reuniones comunitarias donde se tomaban decisiones de relevancia para todo el pueblo, como el futuro del entrenador del instituto, a golpe de levanten la mano los que estén a favor. No es de extrañar que, por su valor cultural e histórico, Hoosiers fuera seleccionada para preservarse en el Registro Nacional de Películas de Estados Unidos.

A pesar del éxito que cosechó la película, estamos hablando de una producción bastante humilde en lo que a presupuesto se refiere (6 millones de dólares), en una clara apuesta por la fuerza de una historia conmovedora y motivacional en detrimento de cualquier tipo de artificio hollywoodiense. El único elemento que introduce un elemento de modernidad es la excelente banda sonora, a cargo de Jerry Goldsmith y nominada a los Oscars, que mezcla brillantemente música orquestada con electrónica y proporciona la envoltura perfecta para empujar al equipo de Hickory hacia la victoria.
Una película de esas que golpean directamente el corazón, sin contemplaciones. Primero envolviendo al espectador con la caída y el drama de los protagonistas, para después transformar el relato en una emocionante historia de superación deportiva y personal. Insisto, olvidaros de que es una película de baloncesto. Para mí, probablemente es lo de menos. El vaivén de emociones y el poderoso sentimiento de que todo puede pasar en la vida, os harán pasar un buen rato en una tarde que necesitéis una ración extra de ánimo. Go Huskers!
Podéis verla en Amazon Prime Video